De tiempo en tiempo pienso y me aterrorizo con la idea de morir ahogado, por eso no voy mucho a la playa, y cuando lo hago, me aseguro de estar muy cerca de los salvavidas.  El mes pasado también pensé que moriría asfixiado cuando parecía que la puerta del ascensor donde me encontraba no se iba a abrir.

Me encontraba en Lima visitando a familiares y amigos después de largos siete años de ausencia.  Algunas cosas hay cambiado drásticamente en todo este tiempo. Una de esas cosas es las medidas de seguridad. En Lima, la seguridad personal siempre ha sido un problema crítico, pero ahora que la delicuencia se ha acrecentado tanto, la gente se siente más indefensa que nunca, y por eso toma todas las medidas habidas y por haber para proteger a sus familias, sus carros, sus casas o sus apartamentos.

Muchos de los edificios de apartamentos, por ejemplo, cuentan en la actualidad con una mesa de recepción donde hay que anunciarse y dar nombre y apellido para que la persona que nos espera autorice al guardián a dar pase a los ascensores, y en los ascensores, hay que tener una llave que activa el ascensor para que te lleve hasta tu apartamento, pero solamente hasta tu apartameto, no a ningún otro.  De manera que si una persona trata de ir a un piso diferente, a un apartamento que no es el suyo, la puerta del ascensor no se abre.

Mientras pasaba unos dás en el apartamento de mi primo Pedro, en Lima, con el fin de que no tuviera que molestarlo cada vez que yo quería salir a alguna parte, me dio su llave para el ascensor, no sin antes explicarme: “Flaco, presionas el número 1, y ya en el primer piso, puedes salir a donde gustes.  A tu regreso, una vez en el ascensor, usas la llave para poder presionar el número 2, que te sube a mi apartamento”. 

Es exactamente lo que hice: entré al ascensor, vi el tablero a mano izquierda, apreté el número 1 y el ascensor empezó a descender, pero al llegar al primer piso, la puerta no se abrió.  Pensé que todo se resolvería llamando a mi primo, pero como dentro del ascensor no tenía recepción alguna, no funcionaban ni el teléfono ni el WhatsApp.  Inmediatamente vino el primer pensamiento sobre mi mortalidad, pero rápidamente pensé: “Ya estoy en el primer piso, sólo tengo que golpear fuerte la puerta del ascensor y el guardián me escuchará, vendrá a rescatarme y habré escapado de la muerte.

Golpear fuerte la puerta del ascensor varias veces tampocó funcionó.  La idea de la muerte volvió velozmente.  Yo sé que en estas circunstancias, lo más importante es no desesperarse, así que para calmarme, me dije: “Arturo, piensa lógica y positivamente.  Pronto, algún otro inquilino vendrá al edificio y usará el ascensor.  Tienes una botella llena de agua en la mano, así que no importa mucho si esto toma cierto tiempo, porque según las estadísticas, una persona puede sobrevivir unos cinco días con solo una botella de agua.  Tu hermana, que es a quien ibas a ver, llamará a tu primo a los quince o veinte minutos de no verte llegar, y vendrán por ti.  Tranquilo, no gastes energías, quédate quieto, muy quieto, sigue buscando alternativas en tu mente, no hay ninguna razón, absolutamente ninguna para ponerse nervioso.”  De pronto, se fue la luz.

Resulta que cuando no te mueves por un corto tiempo en un lugar cerrado, como un cuarto, un baño o un ascensor, se apaga la luz.  ¡O se apaga porque es una incuestionable señal de que vas a morir!  En ese momento, ya a sabiendas que estaba en los minutos finales de mi vida, empecé a presionar todos los botones del tablero que estaba a mi izquierda y también los que vi en otro tablero que estaba a la derecha.  Presioné el 2, el 1, el S1, el S2, todos los otros catorce botones de los dos tableros y… ¡la misericordia de Dios es infinita!  Se abrió la bendita puerta del ascensor. 

Salí volando, por supuesto. Ahora estaba en el sótano 1, que es el primer nivel del garage.  Traté de encontrar señal para el teléfono otra vez.  Traté junto a un carro, encima de otro, debajo de una ventana, cerca de la salida, en las escaleras y, finalmente obtuve señal, llamé a Pedro, y él vino rápidamente a darme el alcance al garage.

Sin dejar de reírse en ningún momento, mi primo me dijo: “Flaco, el número 1 en el tablero de la izquierda es para los que viven en el piso 1, la puerta, por seguridad, no se iba a abrir de ninguna manera.  Tenías que presionar el número 1 del tablero de la derecha”.

“Gracias”, dije yo. “Lo tendré muy en cuenta la próxima vez que esté a punto de morir”.